Anjana-Ojáncano

Bien venido a nuestra ruta Los Caminos Secretos del Agua. A través de estas balizas podrás seguir esta ruta y te mostraremos una serie de puntos singulares de nuestra geología kárstica.

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La Anjana y el Ojáncano forman parte de la mitología cántabra.

Anjana-Ojáncano es una cavidad de corto recorrido, con sus dos bocas próximas a través de la cual se puede bajar al rio subterráneo que corre por ella.

Foto: Espeleólogos Granadinos.

Mitología cántabra

Firma: Por Elena Gutiérrez Rodríguez y Soledad Borbolla Ruiz, alumnas de 3º de Bachillerato del IES José Hierro de San Vicente de la Barquera. https://interaulas.org/hemeroteca/mitologia-cantabra/

Dos alumnas nos ofrecen un completo trabajo sobre la mitología cántabra, como el Ojáncano, el Trasgo, el Trenti, las mozas de agua, las brujas de hábito blanco, el hombre pez, las sirenas o los ventolines. Además, las estudiantes incluyen dos relatos fantásticos contados por una vecina de San Vicente de la Barquera. Los amantes de estos temas encontrarán aquí las principales características de estos «fabulosos seres» a los que tantas líneas dedicó el escritor cántabro Manuel Llano.

Introducción a la Mitología Cántabra

Mito es un ritual que pone al hombre en contacto con una realidad que está más allá de sus posibilidades normales y que le ayuda a comprender su misteriosa existencia, aquietando sus temores.

Cantabria no permite una mitología autóctona. Cuando descubrimos su historia, los mitos celtas y romanos se hallan ya emparentados y las conexiones con la mitología del Norte peninsular son claramente evidentes.
La cultura cántabra muestra restos de mitos, inconexos con más importancia como ritual, conjuro o comportamiento, que como narración significativa.

Todos estos relatos se transmiten oralmente durante siglos, fueron escogiéndose a partir del siglo pasado y hoy, aunque todavía siguen recopilándose testimonios de ancianos montañeses, es difícil creer que se descubran cosas desconocidas.

Entre los mitos quedan vestigios de la existencia de grandes divinidades protectoras; así el culto al sol parece que lo atestiguan varias estelas encontradas y, en relación a él, el culto al fuego, del que las hogueras de San Juan pueden ser una reminiscencia. También el culto a un dios-padre parecido a Júpiter; el culto a diosas-madres como la Luna, y el culto a un dios del mar asimilado a Neptuno.

Se divinizaron los montes y las aguas de los ríos; también los árboles y el bosque y algunos animales. Creían en augurios y ya rendían culto a los muertos. El ritual que acompaña a estas creencias no es demasiado conocido. El culto al fuego se debió celebrar con hogueras, danzas e himnos y, en especial en el solsticio de verano, los lugares sagrados fueron la misma naturaleza. Celebraban sacrificios.
De sus ceremonias fúnebres se sabe también poco: incineraban a sus muertos y tenían ritos especiales para los guerreros que morían en combate. Utilizaban conjuros para librarse de enfermedades y era frecuente entre ellos el uso de amuletos.

Seres fabulosos de la Mitología cántabra

Al lado de las divinidades, hubo en Cantabria seres fabulosos con aspecto más o menos humano o bestial; las gentes les temían o adoraban y en torno a ellos trazaban leyendas y todo un complicado ceremonial de ritos. Todos estos seres mitológicos se interrelacionaban formando un gran conjunto, una gran familia
en la que hunde sus raíces la memoria histórica de Cantabria:

Ojáncano

Es un monstruo que tenía fuerzas descomunales y mucha agilidad. Es el ser más cruel y malicioso de todos. Es enorme y de aspecto desagradable. Las melenas de color panoja se juntaban con las barbas duras como las cerdas de los jabalíes y le llegaban hasta las rodillas. Sus manos y pies muy grandes, con diez dedos por cada miembro, que terminan en unas afiladísimas uñas. Su debilidad es una cana blanca que tiene en la barba.

Tenía dos filas de dientes y un sólo ojo en medio de la frente, rodeado de verrugas y muy brillante, por eso le llamaban cíclope. Parece que cuando se enfadaba bramaba como un toro en celo, arrancando árboles y produciendo argayos que a veces hasta destruían los caseríos de los campesinos o las mojadas.

Lleva en su mano derecha un bastón negro que puede transformarse en un lobo.

entre las maldades que realiza destacan las de derribar árboles, cegar fuentes, robar ovejas, raptar jóvenes pastoras, destruir puentes y arrastrar peñas hasta las brañas. también siembra el rencor, la soberbia y la envidia entre los lugareños.

Su alimentación es variada, come bellotas, hojas de acebo, ovejas y vacas. También pesca truchas y caza golondrinas y murciélagos.

Ojáncana

Era otro monstruo deformado que elegía por víctimas a los niños, a los cuales se comía con preferencia a otros alimentos. Es una personaje mítico cruel.

Es la pareja del Ojáncano y le supera en maldad

Tenía dos ojos cubiertos de legañas y carecía de barba. Era muy peluda y de su cabeza caía una larga melena estropajosa. Es chata y de belfo caído y tenía dos colmillos afiladísimos en espiral. Pero lo más característico eran sus pechos, dos pechos enormes y rollizos que le cuelgan hasta el vientre, de modo que, cuando corre enfurecida, se los hecha por encima de los hombros para que no la estorben.

La encanta cazar a los niños perdidos en los mones. Para ella es el mejor manjar. Pero cuando no encuentra niños tiene que alimentarse de animales.

Vive en cuevas oscuras y profundas.

Arquetu

Es un señoruco viejo y delgaduco, tiene pelo largo y rojizo, viste una túnica blanca con pinceladas moradas. Sobre su hombro izquierdo lleva una taleguilla de color nube y debajo del brazo derecho abraza una arquita de oro con refuerzos de plata. Camina despacio sin rumbo fijo.

No le gusta que los humanos malgasten su dinero en vicios. Cuando se encuentra con alguien que perdió su dinero en juergas o apuestas y está arrepentido, le da consuelo y le ayuda sacando una onza de oro de su arca, no sin antes echarle una buena reprimenda. Si vuelve a recaer en sus vicios le condena para siempre a pedir limosna por los caminos.

Pecu Ave

Es mitad hombre mitad ave. Tiene nueve dedos en una mano y sólo dos en la otra. Es bizco y de su frente sale un cuerno con la punta blanca. La cabeza y el lomo los tiene grisáceos. Las alas son idénticas a las del gavilán y la con la ancha como una escoba.

Nació como un niño con feas malformaciones, un día arto de ser ridiculizado por sus compañeros de clase mató a uno de ellos empalándolo contra la pared e hirió al maestro, tras este terrible suceso Pecu se transformó y huyó a esconderse en los montes.

Tira los huevos que encuentra en nidos de otros pájaros para depositar allí los suyos y así asegurar que sus crías prosperen.

Es malvado con las mujeres ya que Pecu deciden cuando han de casarse.

Musgoso

Es un hombre alto y delgado, cabello largo y barba de color oscuro. Viste un abrigo y sombrero de musgo y hojas. Siempre lleva colgando un zurrón done lleva su flauta de madera desconocida. En sus pies calza zapatos de piel de lobo.

Cuida el bosque y avisa de la presencia del Ojáncano. Ayuda a los pastores a reparar sus cabañas y les avisa tocando la flauta cuando se aproxima la tormenta para que puedan proteger su rebaño.

Vaga por los bosques tocando su flauta. Sus melodías son tristes y a la vez armoniosas. Y por las noches se dedica a silbar.

Trasgo

Este personaje era un pequeño duendecillo de forma humana que
invisiblemente se colaba en todos los hogares. Cojo de la pierna derecha, siempre estaba tramando diabluras para asustar a la gente, haciendo ruidos y revolviendo las cosas entre risotadas y quejidos. Era muy peludo, tenía vello hasta en las palmas de las manos. Cuentan que tenía rabo y unos cuernecillos.
Su cuerpo era renegrido y su vestido confeccionado con cortezas de aliso, resultaba rojizo.

Trenti

Era otro duendecillo imaginario muy bromista con las mozas encargadas del ganado. Era un pícaro enano que se escondía en sus guaridas de los montes hasta que las mozas estaban cercanas para tirarlas de las faldas.

Tenía la cara negra y los ojos muy verdes y presentaba todo el cuerpo recubierto de hojas (secas), musgo y raíces.

También ayuda a los pastores a encontrar el ganado perdido y a las personas mayores que no pueden valerse por si mismas.

Guajona

Es una bruja vieja y pequeña. Es delgada y con aspecto siniestro. Viste con un manto negro que la cubre de la cabeza a los pies.

Su cara es amarillenta y rugosa, llena de pelos y verrugas. Sus ojos son pequeños y brillantes. De su boca sale un solo diente largo y puntiagudo que le llega hasta la barbilla. Sus manos están ennegrecidas y rugosas. Sus pies se parecen a las patas de las aves.

Dicen que vive escondida bajo la tierra y solo sale de noche, aprovechando la oscuridad para entrar en los hogares sin hacer ruido y chupar la sangre de los niños y jóvenes, provocándoles en su piel un extraño color pálido.

A pesar de esta malvada costumbre, la Guajona no pretende matar a sus víctimas, solo alimentarse de ellas.

Las mozas de agua

Son otros personajes míticos que salían de las fuentes y de los ríos. Eran pequeñas y vestían con capas de hilos de plata y oro. Usaban muchos anillos y brazaletes.

Tenían las trenzas muy rubias y los pies descalzos. Por la mañana salían del agua con madejas de hilo de oro que posaban en la hierba para secarlas al sol.

Las brujas de hábito blanco

Las brujas del hábito blanco eran brujas negras vestidas de blanco. Se aparecen en todos los caminos. Tienen los ojos colorados y las pestañas del color de la ceniza.
Vuelan como los milanos y se ponen a bailar a la media noche. Los mozos que quieren que alguna moza se enamore de ellos sólo tienen que salir al balcón y decir cuarenta veces lo siguiente:

Bruja, brujona de la buena suerte haz que esta moza me quiera muy fuerte.

Después, a los siete días justos, a la media noche, se quema una rama seca de laurel debajo de un nogal de los más delgados. Y la moza se hace mimosa y zalamera el que vaya a rondarla como Dios manda.

El hombre pez

El hombre pez era un ser nacido hombre y que, en contacto con el medio acuático, ha ido adquiriendo características de pez hasta no poder vivir sino en el mar.

Tenía cabeza de hombre y la parte del cuerpo que se veía era blanca. Vivía en las aguas de donde procedían los dioses del mar.

Los familiares

No se pueden ver. Nadie sabe cómo son ni de donde vinieron, ni donde viven. Ayudan a las personas buenas y trabajadoras, dándolas la buena suerte y muchas alegrías. También se fijan en quién da limosna a los pobres y en quién no da limosna.
A los que dan limosna los aumenta la cosecha y los guardan el ganado de los lobos, en cambio a los que no la dan los castiga con enfermedades y desazones.

Pájaro de los ojos amarillos

El origen de este pájaro es tan extraño como sus formas y costumbres. En el último día de invierno se aparean un murciélago viejo y una lechuza de las que tienen un puntito morado encima del ojo derecho.
Desde entonces están juntos y al cabo de cinco años la lechuza pone un huevo y lo abandona.

Entonces de él sale un pájaro amarillo. Es un bicho ruin que tiene la mitad de murciélago y la mitad de lechuza, con los ojos amarillos y muy grandes,. En las salas tiene unas rayas azules y unos pequeños bultos.

Su corazón es de color negro y la sangre del mismo que el aceite que chupan las lechuzas en las lámparas de las iglesias.
En las patas tiene unas uñas muy largas. Todas las personas que le encuentran cuando suena la primera campanada de las oraciones, se mueren a las cuatro horas de encontrarle, si antes de llegar a casa no pasa alguna golondrina por encima de él.

Las sirenas

Los hombres dicen de ellas que son perversas, pues seducen y embelesan a los marineros con dulces cantos para que se estrellen contra algún escollo.

Las sirenas son seres adorables. Se enfadan cuando ven que algún marinero canta o silba, pues consideran que es burla mofa de sus delicados cantos, y en este caso se juntan muchas de ellas y nadan dando vueltas formando remolinos alrededor del barco, para asustar a la tripulación, pero esos es todo.
No son mujeres- pez, sino mitad pez, mitad mujer.

Los ventolines

Se decían que eran como angelitos pequeños, con las alas verdes y ojitos blancos. Viven en las nubes rojas de la puesta de sol, y bajan a ayudar a los pescadores viejos, que los llaman con esta oración:

Ventolines, ventolines,
ventolines de la mar
este viejo está cansado
y ya no puede remar.

Enanitos bigariagas

Son unos seres diminutos como un puño que viven en el campo, ya sea en agujero en el suelo parecidos a las tapaderas o en los huecos de árboles. Tienen los ojos azules y chispeantes, pelo bermejo y pantorrillas muy abultadas, y visten medias calzas de color rojo.

Entre ellos se caracterizan mediante un silbido característico, y además tienen un bígaro o caracola con la que entonan un canto muy especial.

Nuberos

Estos marinos se encargan, como su nombre indica, de dirigir las nubes por el cielo.

La osa de Ándara

La osa de Ándara es la mujer osa de la mitología cántabra. era un Ojáncano enorme que vive en el lago de Ándara y recorre los picos de Europa cada día y se zambulle luego en las aguas del lago, que por eso son tan espumosas.

Tiene cara de mujer de mediana edad aunque no lo sea, arrugada y quemada por el sol. Sus cabellos son largos y oscuros, sus manos son enormes y están cubiertas igual que sus piernas con pelos parecidos a los de los osos. Viste su orondo cuerpo con un traje viejo y raído.

Es brava y forzuda pero rara vez ataca salvo que se metan con ella.

Se alimenta de leche, castañas, raíces y maíz. A veces caza rebecos y roba algún cordero o cabritillo.

Tentirrujo

Es un duende malicioso y lujurioso, de baja estatura que no levanta más de un palmo del suelo. Tiene las manos largas y la piel parduzca. Sus orejas son puntiagudas. Viste ropas de colores rojizos y cubre la cabeza con una boina con un rabo tieso. Son capaces de adivinar el futuro, de ver lo oculto, de transformarse en lo que quieren, de hacerse invisibles, de desafiar las llamadas leyes de la naturaleza. Le gusta pervertir a las mozas solitarias, buenas y obedientes mediante caricias que realiza ayudándose de una raiz de mandrágora. Estas jóvenes cambian su comportamiento y se vuelven alegres y apasionadas

En cuanto a su componente humano lo que mejor les caracteriza son sus inagotables ganas de broma. Una segunda característica es la compasión.

Las anjanas

Son hechiceras buenas. Buenas hechiceras que visten capas inmaculadas, con estrellas de oro y plata, de seda blanca y calza sandalias. Andan por los caminos del monte al huelgo frío de la madrugada y en la melancolía del crepúsculo vespertino.
Las anjanas peregrinas y bondadosas se apoyan en un báculo blanco mágico de cuento dorado que utiliza para apaciguar a las bestias y realizara curaciones.

Sus perfumes son las manzanillas, el romero y los laureles. Su voz parecida al canto del ruiseñor. Sus cabellos largos están adornados con lazos de seda y peines de coral.

Las anjanas secan el llanto de los amantes en cuita, alivian las congojas de los caminantes perdidos en la niebla y las nieves. Enervan las hambres de los pobres, las pesadumbres de los tristes, las quejas de los que han menestar pan y justicia en las ásperas jornadas del mundo.

Viven en cuevas con el suelo de oro y las paredes de plata. Rodeadas de flores silvestres.

Es respetada por todos, incluso el Ojáncano que sale huyendo cuando la Anjana aparece.

Cúlebre

Culebra (común símbolo del mal) a la que se le atribuye larga vida y que figura en relatos como guardadora de tesoros. También se la evoca con alas de dragón, como en la tradición clásica. Es el último representante de variada fauna de monstruos ingentes que pobló la zona en remontísimas edades.

Muchas de la cuevas que albergan las peñas, roquedales y acantilados de Cantabria están habitadas por una especie de monstruos, entre dragón y serpiente, que se llaman cúlebres.

Por lo general guardan tesoros de los que escondieron los moros. Es difícil verlos, pues salen poco y nadie se atreve a internarse en sus guaridas.

De entre los más conocidos por la tradición se cuenta el que mató Santiago cerca de San Vicente de la Barquera.
En un acantilado al oeste de esta ciudad, por el antiguo camino de Santillán a Boria, existe todavía la cueva en que vivió, se trataba de un extraño reptil comparable a un dragón, con cabeza ancha, potentes mandíbulas armadas de colmillos como pedernales de trillo, cresta espinosa que se prolongaba por todo el espinazo hasta la cola, patas de aceradas garras y alas de murciélago.

Cuando respiraba exhalaba un aliento ardiente y mefítico, y con un coletazo derribaba a un caballo.

Los habitantes de la ciudad se habían comprometido a entregarle cada año a una doncella a cambio de que no les ocasionara mayores males, pues, cuando le daba por salir de sus guaridas, destrozaba sembrados, diezmaba rebaños y devoraba a todo el que se le ponía delante.

Se elegía a la mocita por sorteo entre las de su edad y se la ataba a un poste fuera de la cueva. El monstruo salía lanzando feroces bramidos y la devorada lentamente.

En una ocasión la víctima era una muchachita que ya había asistido dos veces a aquel martirio y las dos veces se había desmayado en los brazos de su madre.

Volvió a desmayarse la joven y hubieron de darle un agua de aulaga blanca, que le pone a uno alegre quitándole todo tipo de angustias y dolores. En tal estado la llevaron a la entrada de la cueva el día señalado.

Al oler carne fresca, el dragó se dirigió lentamente hacia la salida de la cueva. La muchacha cuando lo vio aparecer, a pesar de la sonrisa que se imponía en su rostro, el corazón se le aceleró, sintió unas náuseas atroces y empezó a devolver.
El dragón levantó la cabeza e hinchió sus descomunales. Ella sintió en sus mejillas el insoportable hedor de su aliento, y estuvo a punto de desmayarse. Pero, acordándose de un cuento gritó:

-¡Santiago, por Dios, ayúdame¡

En aquel instante sintió el cúlebre un escalofrío por todo el cuerpo y sus gruesas escamas chascaron y empezaron a desprendérsele dejando al descubierto una como gelatina viscosa.
Entonces, apareció blandiendo su reluciente espada, el apóstol que la joven había invocado y que, asestó un poderoso mandoble al monstruo desgajándose del cuerpo aquella colosal cabeza. Del cuerpo salieron tres chorros de sangre, que bañaron todas las peñas de los alrededores.

Todavía hoy puede el visitante contemplar junto a la Cueva del Cúlebre de San Vicente de la Barquera las huellas que en la roca dejando las herraduras del caballo de Santiago.

Los caballucos del diablo

En Cantabria las hogueras de S. San Juan perpetúan la antigua tradición purificadora y propiciadora.
Esa noche de misterios, de hechizos y de ritos sagrados, en la que las brujas hacen maleficios para que las flores de los castaños no den fruto y todos los espíritus malignos andan sueltos, aparecen los llamados caballitos del diablo, dignos émulos de los caballos del Apocalipsis, a los que espanta y ahuyenta el fuego sagrado de ramos de álamo de las hogueras.

Los caballitos del diablo son siete y parecen libélulas gigantescas. Van todos juntos y los cabalgan siete demonios.
Sus ojos relumbran como chispas, resoplan por las narices con la fuerza del huracán, arrojan inmensas llamaradas por la boca dejando en el aire una irrespirable estela de azufre, llevan en las patas unos fuertes espolones y, cuando huellan el suelo con los cascos, dejan unas marcas indelebles, como las que todavía pueden verse en muchos parajes de la montaña.

Cada uno de ellos es de uno de los colores del arco iris, y el
rojo, que va en el medio y es más corpulento que los demás, es el jefe. En realidad son las almas de siete hombres que hicieron mal en su vida, y que los demonios utilizan para visitar el mundo durante esa noche de fuego y hacer todo el mal que pueden.

El primero fue un molinero que siempre robaba a sus clientes parte del maíz o del trigo que llevaban a moler.
El segundo, un escribano que por dinero y favores firmaba certificados falsos.
El tercero, un usurero que sacaba la sangre a los labradores con todo tipo de trampas.
El cuarto, un hijo desalmado que pegaba a su madre y a su padre.
El quinto, un padre que vendió a su hija a un pretendiente viejo y rico.
El sexto, un cura que engañaba a sus feligreses
contándoles cosas que él mismo no creía.
Y el séptimo, un hombre riquísimo que nunca dio ni un céntimo a los pobres.

Como los caballitos del diablo no pueden acercarse a la hoguera de San Juan que arde en la plaza de cada pueblo, porque es un fuego sagrado, la gente acude sin miedo a cantar y bailar alrededor de la hoguera, evitando encontrarse con ellos, ya que se precipitan sobre todo ser humano que ven y lo destrozan con sus poderosos cascos.

Aunque, si la posible víctima consigue hacer siete cruces en el aire antes de que se acerquen, se desviarán relinchando sin hacerle daño.

Al día siguiente de la hoguera de San Juan los mozos y las mozas van al bosque a buscar en las fuentes la flor del agua y el trébol de cuatro hojas. Pues bien, los caballitos del diablo, que solo salen una vez al año, pasan la noche de San Juan corriendo por los bosques y comiéndose todas las flores de agua y todos los tréboles de cuatro hojas.

A la mañana siguiente, los caballitos del diablo desaparecen hasta el año siguiente.

Trastolillo

Es un duende que vive muy cerca de los seres humanos. Son los protectores del hogar. Tienen facciones pícaras, su cara es de color oscuro, el pelo largo y ojillos verdes. Colmillos retorcidos, un rabillo que apenas se ve y pequeños cuernecillos que adornan su frente.

Son revoltosos y juguetones, esparcen la harina, beben la leche recién ordeñada, esconden las cosas, abren los cerrojos de las ventanas para que se abran por la noche.

Ruta de senderismo recomendada: Las Esguinzas

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